Cuando todo parece terminarse y el panorama es de lo más oscuro, cuando la vida parece haber perdido su significado y no hay más nada que hacer; cuando nos sentimos acorralados por fuerzas superiores a las nuestras, surge la esperanza como recurso final para encontrar un nuevo rumbo, levantar la frente y continuar hacia adelante y renovar los esfuerzos para cumplir con la misión asignada por la vida.
La esperanza es un detonante. Cuando la tenemos se desencadena en nosotros un deseo de luchar, un ánimo especial para afrontar cada una de las actividades cotidianas, incluso las más difíciles. Ella nos permite adquirir el fuerte deseo de seguir adelante cuando nuestras fuerzas nos abandonan y la voluntad necesaria para renunciar a nuestros sueños aún cuando el camino es una cuesta casi imposible de remontar.
Según Nietzche la esperanza es un estimulante vital muy superior a la suerte y de acuerdo con Séneca una esperanza reaviva otra. Y ambos tienen razón: la esperanza es un detonante para ponernos en marcha y enviarnos a trabajar con fuerza detrás de un ideal. En la práctica trabajamos, nos movemos y actuamos porque tenemos la esperanza de llegar a alguna parte, de lograr un objetivo, de alcanzar una meta o hacer realidad un sueño.
La esperanza nos ayuda a soportar ciertos momentos de la vida en que la dificultad amenaza con destrozarnos el cuerpo y el ánimo. Además, nos brinda consuelo como un bálsamo en la herida y nos ayuda a pasar esos momentos de angustia en que parece que todo terminará y no resistiremos.
Según el diccionario la esperanza es un estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.
La esperanza no es una simple disposición anímica o una cuestión de carácter que defina sólo a las personas de "naturaleza optismista" y esté ausente de personas con tendencia al pesimismo. Como ha demostrado el filósofo alemán Ernst Bloch en su obra El principio esperanza (verdadera enciclopedia de utopías), la esperanza es una determinación fundamental de la estructura del mundo, un principio siempre presente y actuante en la realidad objetiva, y un rasgo constitutivo del ser humano. Principio-esperanza: he aquí la noción central de la filosofía de la esperanza que voy a intentar explicitar a continuación.
El determinismo mecanicista entiende la materia como un simple foso de sustancias químicas e identifica la realidad con lo dado aquí y ahora. La realidad tiene pasado y presente, pero no futuro. Se ubica en el terreno de los hechos, de lo "contante y sonante"; se mueve a ras de suelo sin lograr levantar nunca el vuelo. Sólo considera real y verdadero lo que puede verificarse empíricamente. Lo demás, o no existe o no es verdadero. El único lenguaje válido para el determinismo mecanicista es el descriptivo. En esta visión de las cosas, la realidad es más importante que la posibilidad; más aún, ésta queda excluida del horizonte de aquélla.
Sin embargo, para la filosofía de la esperanza, la materia es creadora y activa; la realidad no se reduce a algo inmóvil, sólido, simple, inerte, pasivo; tiene carácter abierto y dinámico. En la realidad no sólo hay presencia, sino también -y de manera preferente- posibilidad. La realidad no es un calco de lo ya acontecido ni el resultado matemático de la suma de los pasados y presentes. Tampoco debe entenderse como un circuito cerrado sin comunicación con el exterior. Se nos presenta, más bien, como un espacio abierto sin límites, de un torrente de agua sin compuertas. Se parece más a una caja de sorpresas que al eterno retorno de lo mismo. Su principal característica es la novedad, no la repetición.
Diría más. Lo real está en proceso o, mejor, es proceso: está siempre en marcha, en permanente construcción, en ininterrumpida creación. En dicho proceso puede suceder todo, nada está decidido de antemano. Por lo mismo, los hechos no son fenómenos aislados e irreversibles, sino momentos de un proceso que discurre con fluidez, aunque no siempre en línea recta sino, con frecuencia, en zig-zag, con avances y retrocesos. Conforme a esta filosofía de la realidad, no vale decir "las cosas son como son", pues pueden -y deben ser- de otra manera.
El mundo no se encuentra terminado ni mecánicamente determinado. Ni siquiera las cosmologías y cosmovisiones que consideran el mundo como creación de Dios o de los dioses tienen una idea determinista de él. En el mundo -afirma Bloch- "se dan posibilidades objetivas..., ocurren cosas verdaderamente nuevas. Cosas que verosímilmente aún no le habían ocurrido a ninguna realidad... Hay condicionamientos que nosotros no conocemos aún, o que ni siquiera existen por ahora. Vivimos rodeados de la posibilidad, no sólo de la presencia. En la prisión de la mera presencia ni siquiera podríamos movernos o respirar".
No se si he conseguido esplicar qué es la esperanza o qué grado de importancia posee, pero al menos lo he intentado. Ahora te toca a ti reflexionar y dar tu opinión.
Pero nunca pierdas la esperanza.
La prensa sensacionalista ha aprovechado el último asesinato de ETA para retomar una cantinela con la que hicieron la campaña antiabertzale de 2001, la previa a las elecciones. Esa campaña se basaba en sugerir, o afirmar directamente, cada vez que ETA cometía un atentado, que la sociedad vasca está enferma, es cómplice o aplaude sin rubor unas acciones que abrumadoramente rechaza. El diario El Mundo ha dado muestras en muchas ocasiones de que es capaz de tirar de este argumento para vender unos cuantos periódicos más.
Su “gran hazaña” de ayer fue sacar una foto de los amigos de Uria, descontextualizarla y añadirle el titular “… Pero la partida sigue“, como si el atentado no les hubiera llenado de dolor, como si ellos estuvieran riendo minutos después de su muerte. El fotógrafo no entra en el bar (véanse los cristales reflejados) ni pregunta ni busca el porqué, sólo las cartas y los amigos. Conclusión? Que siga la fiesta. Posiblemente la foto no ha tenido tanta repercusión aquí como en España, donde según me han dicho destacados locutores radiofónicos han dedicado minutos y minutos a decir cosas bastante fuertes de Azpeitia y los vascos en general. Mañana me enteraré por el Cocidito.
En El Mundo, en su edición de hoy, alguien que escribe a diario con el seudónimo Erasmo, y a quien generalmente no hay quien le entienda, firma estas líneas: “Ignacio Uria: de cuerpo presente. Mas ellos, caretos impávidos de trainera, brisca y remo mental. Juegan al tute como si nada. En el Norte, slang coloquial para tapetes verdes, adverbios de lugar en lugar de pronombres demostrativos: aquí sale de copa baja y allí mata de triunfo. Juegan al tute, mas con alma de musolaris. Pasan a grande, pasan a chica, pasan a pares. Pasan de Ignacio. Uria pasaba y ETA mató de tres (tiros)”. También Carlos Iturgaiz resurge firmando un artículo a cuenta de esta foto que contiene párrafos nada despreciables: “Sólo en una sociedad enferma como la vasca ocurren cosas como ésta; sólo en una sociedad como la vasca lo anormal pasa a ser lo normal; sólo en una sociedad como la vasca, atenazada por el miedo y la falta de libertades, por culpa del nacionalismo radical y la complacencia del llamado nacionalismo democrático, algunos justifican lo injustificable. Y la foto de la cuadrilla de Uria jugando a las cartas como si nada hubiera pasado, con el cadáver de su compañero todavía caliente por los balazos de ETA, es el reflejo de las miserias, cobardías e inmoralidades de muchos de los que viven en mi tierra“.
Por supuesto, también se ha preguntado a ciertas víctimas su opinión, a las que a priori podrían defender este argumento, y han afirmado eso de la enfermedad, que la juventud vasca “está podrida“, etc. Otros medios han recogido esa foto para aumentar el octanaje de las palabras empleadas. Alfonso Ussia en La Razón: “«Pero si era de aquí, y de toda la vida»¿ Eso sí se atrevieron a decirlo, como si no ser de allí y de toda la vida justificara los asesinatos. Así está de podrida una buena parte de la sociedad vasca. No se valoraba el hecho terrible del crimen de un hombre honrado y bueno, sino el asombro de que hubiera sido asesinado «siendo de allí y de toda la vida». Y entonces, sus compañeros de partida, hicieron lo que parece que puede considerarse normal en aquellos ambientes. Ignacio Uría no podía jugar esa tarde al tute porque lo habían asesinado. Su cadáver se hallaba a pocos metros de la cafetería, y el silencio de los corderos, la cobardía de los mansos, imperaba en el local“.
Más allá que Ussía va el propio editorial de La Razón: “ Los tres disparos sobre Uría han revuelto el cieno que resposa en el fondo de la sociedad vasca y ha sacado a flote inmundicias que apenas si se aprecian cuando la víctima es ajena al nacionalismo. Una mayoría calla y baja la mirada; sólo una minoría se mantiene erguida, no sin riesgo. Los partidos nacionalistas gobernantes chapotean en la ambigüedad como taberneros que no quieren perder la clientela. ¿Cómo no recordar con bochorno el fiasco de las «mociones éticas» que debían desalojar a los proetarras de los ayuntamientos tras el asesinato del concejal Carrasco? Los pistoleros jamás habrían prosperado si la mayoría de las instituciones políticas, sociales, culturales y religiosas vascas no hubieran fracasado en sus cometidos de vertebrar una sociedad fuerte, libre e indoblegable. En su lugar, han medrado el miedo y la cobardía, cuando no la complicidad“.
Algunos echarán en falta a una de las cabeceras de Vocento, a ABC, que generalmente no precisa de fotos descontextualizadas para afirmar estas cosas: “Pocos minutos después del asesinato de Ignacio Uría, los vecinos ocultaban su rostro o emitían lamentos tan vagos que hacían dudar de si la muerte de este empresario había sido accidental o a tiros; o directamente seguían en sus actividades de ocio como si nada relevante hubiera sucedido. Y, en efecto, esto es lo que aparenta la narcotización de la sociedad vasca ante el terrorismo, que las muertes que causa ETA están ya asimiladas de antemano con un pacto de silencio y de encubrimiento sociales. El problema es que hay una parte de los ciudadanos vascos que está dispuesta a convivir con ETA“.
En ese mismo periódico el 50% de los articulistas escriben sobre la famosa foto, todo un éxito periodístico, destaco a Carlos Herrera: “Azpeitia es hoy la síntesis y el reflejo de la enfermedad moral que asola la sociedad vasca, largamente diagnosticada y denunciada. E incluso asumida. Una parte de los trabajadores de la empresa de Uría, los afiliados al sindicato LAB, la correa de ETA con el mundo laboral vasco, se han negado a manifestarse en protesta por la muerte de su patrón. ¿Qué más podemos esperar? La falta de compromiso, el adocenamiento, la incapacidad para rebelarse, el haber somatizado la muerte como un paisaje más, ese querer seguir con la vida normal como si nada hubiera pasado constituyen los síntomas de una pandemia cruel, pavorosa, casi cómplice. Creer que, por no mirar la gangrena, ésta ya no existe, es el primer paso para padecerla mañana, para ser el nuevo cadáver sobre el adoquinado de las calles. Vendrán a por todos nosotros y nos cogerán jugando al tute o al mus, envidando a chica o contando treinta y uno.
11:42 de la mañana. Cafetería de Larraona.
Llevo casi media hora pensando diferentes maneras de hacer el boletín semanal. No se me ocurre nada. Busco información de actividades que haya la semana que viene en Iruña, mientras por mi cabeza pasa ideas fugaces. Nada bueno.
Levanto la cabeza, y me encuentro con un mundo solitario y personalista. En la cafetería estamos siete personas. El primero devora el pincho de tortilla que primero inspeccionó en busca de cebolla. De vez en cuando, le da un sorbo a la coca cola. El segundo al igual que el primero come un pincho mientras ojea unas líneas de una revista antigua.
Entra Nil. Me mira. Se va.
El tercero y el cuarto, están en las butacas leyendo el Marca, sin apenas importarles nada más allá del Madrid. El primero y el quinto se levantan y se van, sin darme tiempo de describirles. La sexta es Yolanda que como todos los días está sentada en el borde de la barra leyendo el diario de navarra. Antes de llegar al séptimo, el segundo también se va. Ha acabado la revista.
Y el séptimo y último, es este observador que a través de palabras os quiere hacer reflexionar de que a la mayoría de la sociedad nos importa una mierda lo que nos rodea.
Vuelve Nil. Se sienta a mi lado. Está guapo, se ha cortado el pelo.
Llevo más de una hora en la cafetería y nadie toca un periódico para leer las noticias del atentado de ayer, de la crisis, del tercer mundo… viven pensando que su edén es el terreno de juego del Madrid y la vida que les rodea, el Santiago Bernabéu. Que vida más triste.
Es triste ver que entre tanta juventud universitaria y supuestamente inteligente no se note ningún ápice de interés sobre la realidad que nos rodea. La sociedad de hoy en día está creando una generación inculta, desinteresada y demasiado despreocupada para ayudar al necesitado. Cada uno va a su bola.
Por suerte todavía se ven rayos de esperanza entre tanta oscuridad. Algunos padres del ayer, como los míos, quisieron que sus hijos de hoy, fuesen personas cultas, interesadas y dispuestas para ayudar al necesitado el día de mañana.
Mis padres y mis propias experiencias son las causantes de la persona que soy, y por ello el día de mañana les estaré agradecidos tal y como lo estoy hoy.
Entre todos intentemos transmitir unos valores a esta sociedad que por desgracia anda perdida en un mar de tinieblas.
"Los conceptos y principios fundamentales de la ciencia son invenciones libres del espíritu humano." |